viernes, 11 de diciembre de 2009

SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE (1694-1698)

CONTENIDO



1. PRIMER CAPÍTULO GENERAL DE 1694

Doce eran los Hermanos convocados a la Asamblea. Comenzó el 30 de mayo, Domingo de Pentecostés, y duró toda la semana, hasta el 6 de junio, fiesta de la Santísima Trinidad. Los Hermanos discutieron todas y cada una de las Reglas propuestas y acordaron las prácticas y usos del Instituto, que debían observar todos los Hermanos y comunidades. Desde esta fecha, cada Casa dispuso, probablemente, de una copia manuscrita del texto aprobado. “La tercera asamblea, considerada como primer Capítulo General, celebróse en Vaugirard, cerca de Paris, el año de 1694. Allí convoco el santo fundador a los doce discípulos más fervorosos, que siempre le habían manifestado vivos deseos de emitir votos perpetuos.
Tuvo con ellos ocho días de ejercicios espirituales, principiándolos el domingo de Pentecostés, 30 de Mayo. En esos ocho días, los instruyo a fondo acerca del merito y excelencia de los votos perpetuos, y conferencio varias veces con ellos sobre este asunto. Como consecuencia de estas deliberaciones, decidieron pronunciar el día de la Santísima Trinidad votos perpetuos de obediencia, de asociación y de estabilidad en el Instituto”[1]

2. VOTOS PERPETUOS DE 1694

“La experiencia, ya vieja de ocho años, mantenía la renovación anual, el día de la Trinidad, de los votos de asociación, estabilidad y obediencia. De La Salle plantea a sus doce «principales» la oportunidad de dar cima a su consagración con la profesión perpetua. De ese modo ellos serían, de forma estable ya, el Cuerpo del Instituto.

Aceptan ilusionados. Y el día 6 de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, al concluir la misa, los doce, junto con De La Salle, emiten la profesión perpetua, utilizando una fórmula redactada por el fundador, cuyos originales todavía poseemos.”[2]


3. SUPERIOR ELECTO 1694

El mismo 6 de junio de 1694, antes de terminar la Asamblea, propuso Juan Bautista que los Hermanos eligiesen un superior de entre ellos, haciéndoles comprender las ventajas de ser regidos por uno de los Hermanos. Juan Bautista no estuvo presente en la votación, pero cuando regresó para el escrutinio, la votación fue unánime para que él fuese el superior. Se sintió turbado, porque deseaba profundamente que el superior fuera un Hermano. Con mucha calma rasgó las papeletas y les habló de nuevo, pensando que no se había expresado con claridad. Luego les propuso volver a votar.

También esta vez fue él el elegido como superior. Aceptó como expresión de la voluntad de Dios y para cumplir el voto que había emitido con los Hermanos, de obedecer al «cuerpo de la Sociedad».

Pero les pidió que en lo sucesivo ninguna persona que no fuese miembro del Instituto fuera elegido superior del mismo. Y consideró esto tan importante, que los Hermanos levantaron acta, firmada por todos, expresando claramente que sólo por esta vez elegían a un sacerdote como superior, y que en lo sucesivo sería siempre elegido un Hermano del Instituto.

4. PERSONALIDAD JURÍDICA DEL INSTITUTO DE LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS

“También el grupo de los doce tuvo sus iniciativas. Y fue la primera pensar en la obtención de documentos oficiales que dieran fe del nacimiento jurídico del Instituto. Se habló del obispo de Chartres, el amigo de casa Godet des Marais, y de su ofrecimiento para apoyar cualquier trámite de documentación oficial, lo mismo en Versalles que en Roma. Se habló de Bula pontificia, de Real Patente..."

De La Salle no tenía prisa. Resonaba aún en sus oídos consigna del P. Barré: «Dios dará los cimientos verdadero a la comunidad».[3]

5. ENFERMEDAD DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE

Después que intentó ser reemplazado como superior, al año siguiente recayó gravemente enfermo de un reumatismo articular agudo, al cual los Hermanos acudieron de nuevo a los servicios de médicos famosos y a un remedio externo, pero más doloroso y violento.
El remedio consistió en “disponer una parrilla bajo la cual hervían ciertas hierbas, cuyo ardiente vaho debía penetrar el cuerpo del enfermo”, tal como lo afirma el Hermano Saturnino Gallego, muy parecido al martirio de San Lorenzo. El tratamiento se repitió muchos días.

6. ESCRITOS DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE ENTRE 1694-1698

Durante el periodo de los años 1694-1698, el Santo Fundador redacta varios de sus escritos y da a conocer algunos de sus libros, los cuales eran prácticos para las escuelas y la vida de los Hermanos, tales libros fueron:
  • EJERCICIOS DE PIEDAD
  • INSTRUCCIONES Y ORACIONES PARA LA SANTA MISA, LA CONFESIÓN Y LA COMUNIÓN
  • DEBERES DEL CRISTIANO
  • REGLAS DE CORTESIA Y URBANIDAD
  • REGLA DEL DIRECTOR


[1] Instituto de los Hermanos de las Escuelas cristianas. Los Capítulos Generales del Instituto. 2002. Casa Generalícia: Roma. Pág. 5y6.
[2] GALLEGO, Saturnino. San Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (1651-1719). BAC popular: Madrid, 1984. Págs. 108-109.
[3] GALLEGO, Saturnino. San Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (1651-1719). BAC popular: Madrid, 1984. Pp. 110-111.

PRIMER CAPÍTULO GENERAL 1694

Vitral en la Iglesia de Nuestra Señora de Liesse. Francia.
Votos perpetuos Hermanos de Las Escuelas Cristianas

1. COMPARACIÓN LITERARIA
1.1 Juan Bautista Blain
1.2 Hno. Saturnino Gallego
1.3 Francisco Elías Maillefer.
1.4 Hno. José María Valladolid


1. COMPARACIÓN LITERARIA
Dentro del Capitulo General de 1694 de los Hermanos de Las Escuelas Cristianas junto a San Juan Bautista De La Salle, los biógrafos del Santo Fundador son muy explícitos en relatar que uno de los puntos con mayor discusión fue la Regla diseñada por Juan Bautista De La Salle.

Cada uno de los autores presenta de una forma diferente la presentación de las Reglas de los Hermanos, Blain y el Hermano José María por ejemplo lo hace de manera ferviente y por el contrario Saturnino lo hace de manera muy de relato al igual que Maillefer. Entre las semejanzas podemos encontrar el modo de cómo ellos dicen que lo primero que se desarrollo durante el Capítulo es el haber dado a conocer las Reglas, pero una de las diferencias más grandes que se tiene es la manera como dicen que las trabajaron; Maillefer, enuncia que acabado el retiro lo primero que hizo el fundador fue reunirlos para estipular algunas de las Reglas ya realizadas por él y el Hermano José María relata que en marzo de 1694 convoca a cuatro Hermanos y discuten algunas sugerencias para el Instituto junto con las reglas y después si se realiza el Capítulo General donde se aprueban por unanimidad. Mientras que Saturnino nos cuenta que en ese primer momento lo que hacía Juan Bautista es poner de manifiesto algunas de las reflexiones hechas por él y pedía como lo menciona el la participación de los cuatro Hermanos que estaban encargados de este punto.


No hay exactitud completa de las Reglas que se estipularon como tal en esta asamblea y ninguno de los autores lo menciona, pero si aparece en la biografía que hace el Hermano Saturnino la participación de algunos Hermanos y algunas de las cosas a las que se acordaron acerca de este punto, al igual Blain y Maillefer nombran algunas decisiones tomadas.


En este Capítulo General se presentan algunos cuestionamientos acerca de lo que son los recreos y la forma como se están manejando por parte de los Hermanos. Los recreos dejan mucho que decir de cada una de las narraciones de los biógrafos, pero es de destacar en este punto que verdaderamente el tema de los recreos y como se han vividos, marcan la vida de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, ya que por lo que se puede notar los cuatro comparten muchas de las ideas que se tienen. Blain y Saturnino tiene una forma particular de darnos a conocer este punto ellos enuncian cada una de las decisiones o estipulaciones acerca de este punto, en cambio Maillefer y el Hermano José María, se contentan con narrar el suceso.

La participación de los Hermanos al Primer Capítulo General fue de doce Hermanos como no lo relata Blain y los Hermanos Saturnino, Jose María. Los nombres de los Hermanos asistentes al Capítulo y su cargo dentro del Instituto los conocemos gracias a la narración del Hermano Saturnino porque tanto Blain como el Hno. José María se limitan a relatar que asistieron los Hermanos más representativos o los más antiguos de la Sociedad. Maillefer narra que el Señor De La Salle “hizo reunir en París a todos los Hermanos de su Instituto”, por datos del Hermano Saturnino sabemos que el conjunto de Hermanos en aquel momento podría oscilar por los treinta, contando con el grupo de novicios que eran entre seis y diez.

1.1 Juan Bautista Blain
Juan Bautista Blain nos relata el Capítulo General como una asamblea y en ningún momento hace alusión a un retiro como lo presentan otros biógrafos, sino que evidencia que después de retiros particulares de Hermanos y un retiro general de los principales Hermanos convocado por el Santo Fundador, es anunciado el Capitulo General o la reunión de Hermanos. Blain a diferencia de otros biógrafos añade descripciones sobre la situación que vivía Francia y las consecuencias de hambre que habían pasado los Hermanos gracias a la hambruna presentada en toda la región Europea.
De igual forma Blain nombra en este punto el desarrollo y las diferentes decisiones que se tomaron en el Primer Capítulo de los Hermanos, como la elección del superior, las decisiones acerca de los recreos y las decisiones acerca de la regla.

“Al final de los cuatro meses terminados los retiros particulares de los doce Hermanos antiguos que había escogido y que juzgaba ser los únicos aptos para adquirir compromisos perpetuos, los llamo a todos a Vaugirard e hizo venir a los que estaban en provincia. El día de Pentecostés, inicio con ellos otro retiro general que termino el día de la Santísima Trinidad. Durante estos ocho días, el sabio superior no se canso de hacer a sus discípulos las amonestaciones necesarias sobre los compromisos que pensaban adquirir. No les oculto nada de las consecuencias que tiene para el asunto de la salvación. Instruyéndolos a fondo sobre el merito y la excelencia de os votos perpetuos, les declaraba sus obligaciones y peligros. Les podía de presente con fuerza que estos lazos de perfección se convierten con frecuencia en trampas con respecto al voto de castidad, en las cuales las almas presuntuosas o imprudentes van a lanzarse; que no se les concede a todos a todos hacerlos por vocación; y que aquellos a quienes no es concedida esta gracia, los hacen para su desgracia; que más vale retroceder con precaución, que avanzar con temeridad en un paso tan resbaladizo; y que un plazo sabio y prudente para probarse a si mismo y consultar la voluntad de Dios, no tiene ningún resultado peligroso, mientras que la precipitación en este punto expone a diversos remordimientos, algunas veces a horribles sacrilegios y cuando menos, a la petición de dispensas vergonzosas y odiosas”.[1]

1.2 Hno. Saturnino Gallego

El Hermano Saturnino Gallego nos presenta aquí una narración muy detallada de los acontecimientos vividos durante el Capítulo General y de igual forma sobre algunas de las decisiones tomadas. El Hermano narra como primer tema de estudio del Capitulo General las reglas de los Hermanos.

“De La Salle convocó a los doce Hermanos principales para reunirse en Capítulo general el 30 de mayo, domingo de Pentecostés. Conocemos sus nombres: Nicolás Vuyart, Gabriel Drolin, Juan Partois, Juan Henry, Santiago Compain, Juan Jacquot, Miguel Jacquinot, Gabriel Rasigade, Juan Luis de Marchevílle, Edmo Leguillon, Gil Fierre y Claudio Roussel. Se trata, sin lugar a duda, de los directores de Reíms, París, Rethel, Guisa y Laón, del noviciado, así como de algunos «primeros maestros» de las tres escuelas de Reims y de la calle del Bac en París. La cifra de doce se completaría con otros dos, a elección del fundador. El conjunto de Hermanos en aquel momento podría rozar la treintena, amén del grupo de novicios, entre seis y diez. El primer tema de estudio por parte del Capitulo General fue el de las Reglas. Hay cuatro que las han examinado detenidamente, los demás las conocen; tres superiores de órdenes con residencia en París han emitido igualmente su opinión. En tres o cuatro días se retocan y aprueban por el grupo, ya con valor definitivo. Quedan fijas, si bien no cerradas: la experiencia dictara todavía las modificaciones oportunas. De momento se enviara una copia a cada casa; allí se realizaran las nuevas copias.
Se establece que el director reciba la cuenta de conciencia y de conducta de sus Hermanos. Se recuerdan las obligaciones que imponen las virtudes de pobreza, castidad y obediencia. Se regula la conversación en los recreos, de modo que la necesaria expansión se convierta casi en ejercicio espiritual.
El Hermano tiene diariamente tres horas de oración: vocal, mental, misa, lectura, exámenes; y se le recomienda la comunión cada día, o por lo menos dos veces por semana. En el comedor no se habla; se leen libros al estilo monástico. Hay acusación diaria y advertencia de defectos semanal. El Hermano estudia Teología (catecismo) cada día, y se ejercita en la escritura. No existen ayunos ni mortificaciones de la Regla. Los viajes se hacen de pie; los enfermos renuncian a toda ayuda de sus familiares. La relación está marcada por el afecto respetuoso entre Hermanos y por la ternura para con los alumnos; la gratuidad de la enseñanza se mira como indispensable; y si ha de producirse alguna diferencia en el trato, esta será a favor de los más pobres.
Todo un código de perfección planeado en tres órdenes: Dios, los Hermanos, la Escuela, queda trazado ante los ojos del Hermano. Sobre el campea la clase del espíritu de fe como espíritu del Instituto, que se vivifica acudiendo asiduamente al Nuevo Testamento, purificando la mira en todas las acciones y manteniéndose habitualmente en la presencia de Dios.
La figura del Hermano. Que se desprende de ahí, tiene cierto perfil que la asimila al monje, pero no es monje, porque es laico, es maestro, es apóstol por la escuela.[2]

1.3 Francisco Elías Maillefer.
Dom Francisco Elías Maillefer quiere presentarnos de una forma más clara y sintética los diferentes pasos que se llevaron a cabo durante el Capítulo, empieza entonces mencionando algunas de las situaciones presentadas y en ese sentido es como aparece lo que él nos va a decir, empieza mencionando que después del retiro anual de los Hermanos convocado por el Santo Fundador, lo primero que enuncia en su escrito es la presentación que hace Juan Bautista De La Salle sobre la regla que había escrito y algunas de las normas a seguir si verdaderamente querían hacer sus votos.


También nos presenta Maillefer las estipulaciones dadas acerca de los retiros, de las diferentes normas que se deberían seguir, de algunas actividades y responsabilidades de los Hermanos Directores y de la forma de participación de los Hermanos en cada una de estas actividades diarias de la casa.


“Cuando los Hermanos de las dos Comunidades de París y Vaugirard se sometieron a estas reglas con las modificaciones que se juzgó oportuno introducirles, el señor de La Salle quiso someterlas también a la aprobación de los Hermanos que residían en la provincia. Porque, aunque él tenía la firmeza suficiente para hacerlas observar cuando estaban bien establecidas, no quería admitir ninguna que no llevara el consenso unánime de los Hermanos para que después no tuvieran pretextos para dispensarse de su estricta observancia.


El mismo fue uno de los más celosos en observarlas, sin dispensarse en nada, bajo ningún motivo. En consecuencia, hizo reunir en París a todos los Hermanos de su Instituto, con ocasión de la fiesta de Pentecostés, como era costumbre, para hacer el retiro anual y renovar su voto de obediencia. Hacía ya mucho tiempo que los Hermanos le habían pedido autorización de hacer ese voto por toda la vida, a lo cual no había accedido con el fin de darles tiempo de pensar en ello muy seriamente antes de adquirir un compromiso irrevocable.


Al terminar el retiro, el Señor De La Salle les presentó a sus Hermanos la complicación de sus reglas, las cuales fueron leídas y aprobadas unánimemente. Les hizo enseguida una cálida exhortación en la cual les puso de presente la importancia del acto que iban a hacer.


Les dijo entre otras cosas, que un compromiso por toda la vida era una sacrificio muy agradable a Dios, cuando estaba respaldado por una firme resolución, que él les había dejado toda la libertad para pensar en ello, y que era muy de alabar el no hacer nada con miras meramente humanas.


Agrego el señor De La Salle, que desde que el numero de Hermanos había aumentado considerablemente, tenía la intención de entregar la dirección del Instituto, pues no convenía que el siguiera como superior a la cabeza de ellos, ya que no era más que un pobre sacerdote en quien no debían poner toda su confianza, sino en Dios solo quien en verdad era su padre y protector. Sobre este punto se extendió ampliamente para hacerles comprender que debían elegir a uno de entre ellos para dirigir el Instituto, proporcionándole una gran satisfacción al dejar el cargo”[3]


“Mientras que el señor De La Salle se ocupaba en dictar reglas precisas para lo que concernía a la parte exterior del Instituto, su aspiración principal era la de reglamentar el interior que era como su base y fundamento. Por tal motivo, no ahorraba medio alguno para establecer entre sus Hermanos una piedad sólida, sostenida por una humildad profunda y una caridad mutua.
Habiéndose dado cuenta de que las conversaciones durante los recreos degeneraban, muy a menudo, en discursos vagos inútiles, se puso estudiar os medios para hacerlas agradables, sin disipación.


Para alcanzar esto, invito a los Hermanos a hablarse siempre con respeto, habiéndose a usar términos que implicaran familiaridad; para prevenir las discusiones que originan la diversidad de pareceres, estableció la regla de que en las conversaciones solo hablara uno y los otros lo escucharan; que cuando alguno tenía algo que decir, debía pedir permiso al mas antiguo del grupo. Esta práctica le dio tan buen resultado, que, por el uso, se convirtió en regla observada desde entonces entre los Hermanos con religiosa exactitud”.[4]

1.4 Hno. José María Valladolid
El Hermano José María Valladolid comienza su relato sobre el Primer Capítulo General de los Hermanos enunciando un particular propósito que tenia Juan Bautista de La Salle, el cual era “la vitalidad de su Instituto era reforzar el fervor y la generosidad de los Hermanos”, y por esto la preocupación por el Santo Fundador de diseñar una regla para los Hermanos y que un Hermano asumiera la dirección del Instituto.


El Hermano José María narra una reunión realizada por el Señor De La Salle y cuatro Hermanos en marzo de 169 antes del Capitulo General comenzada el 30 de mayo de 1694 domingo de Pentecostés. En dicha reunión se discuten algunas sugerencias realizadas por los Hermanos en la asamblea general de 1686. En esta asamblea los Hermanos solicitaron ayuda a personas experimentadas en algunos puntos. Se relata que una de las ideas más debatidas fue la de los recreos de los Hermanos.

“Otro de los propósitos de La Salle para la vitalidad de su Instituto era reforzar el fervor y la generosidad de los Hermanos. Para ello era importante contar con una Regla común para todos y que el gobierno del instituto lo asumiese un Hermano. Para realizar ambas cosas pensó que era oportuno tener otra Asamblea de Hermanos, que sería el primer Capítulo General. En él participarían los principales Hermanos de la Sociedad, se aprobarían las Reglas y se elegiría el Superior. Para poder aprobar las Reglas había que disponer de un texto que proponer a los Hermanos en el Capítulo. En la Asamblea de 1686 se redactaron normas que todos se comprometieron a observar y experimentar antes de constituirlas como Reglas. Había llegado, pues, el momento de recoger las sugerencias que todos pudieron hacer y, con el consejo de personas competentes ajenas al Instituto, redactar el texto de las Reglas. Para realizar esta redacción llamó a cuatro Hermanos y pasaron en retiro todo el mes de marzo de 1694. Discutieron punto por punto y cuando encontraban algún tema controvertido pedían consejo a otras personas experimentadas. Dedicaron particular atención al capítulo referente a los recreos. Al finalizar el mes de retiro y trabajo el texto estaba preparado y se envió una copia a los Hermanos que iban a formar el Capítulo General.


Por Pascua Juan Bautista convocó a los doce Hermanos más representativos de la Sociedad para hacer el retiro anual y celebrar el primer Capítulo. Comenzó el 30 de mayo de 1694, domingo de Pentecostés, y terminó el 6 de junio, fiesta de la Santísima Trinidad. Los Hermanos volvieron a discutir cada norma y al final aprobaron sus Reglas por unanimidad”.[5]


[1] BLAIN, Juan Bautista. Vida del Padre Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Libro Segundo. RELAL: Bogotá D. C., 2006. Pág. 167
[2] GALLEGO, Saturnino. San Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (1651-1719). BAC popular: Madrid, 1984. Pp. 107-108
[3] MAILLEFER, Dom Francisco Elías. VIDA DEL SEÑOR JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, sacerdote, doctor en teología, antiguo canónigo de la catedral de Reims y fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Colombia-Santafé de Bogotá D. C: Región Latinoamericana Lasallista (RELAL). PÁG.107-108
[4] MAILLEFER, Dom Francisco Elías. VIDA DEL SEÑOR JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, sacerdote, doctor en teología, antiguo canónigo de la catedral de Reims y fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Colombia-Santafé de Bogotá D. C: Región Latinoamericana Lasallista (RELAL). PÁG.110
[5] VALLADOLID, José María. La Salle, un Santo y su obra. Ediciones San Pio X. Madrid. Pág. 77.

FORMULA DE VOTOS DEL 6 DE JUNIO DE 1694

Fórmula autógrafa de profesión perpetua de Juan Bautista de La Salle. 1694. Dimensión original: 24 x 18 cm

“Se han transmitido catorce copias de esta fórmula: trece en el libro de los primero votos y otra en una hoja suelta escrita totalmente de su mano, esta última es una de las reliquias mas preciosas dejadas por San Juan Bautista de La Salle.”[1]


[1] Hno. MAURICE-AUGUSTE. Les Voeux des Fréres des Écoles Chrétiennes Avant la Bulle de Benoît XIII. Traducción Hermano José María Valladolid. Ediciones San Pio X. Madrid.2003. Pág. 69.


VOTOS PERPETUOS HERMANOS DE 1694

Vidriera de Degrant, en la capilla del Colegio de Saint-Genés, en Burdeos. San Juan Bautista de la Salle, con doce Hermanos, pronuncia los votos perpetuos.
En los relatos de los biógrafos que narran el suceso de los votos perpetuos de San Juan Bautista De La Salle y los doce Hermanos en 1694, dejan entrever que los votos son ante el altar.
Maillefer anota con brevedad a propósito de la ceremonia del 6 de junio de 1694: “Fue a celebrar la Misa en la cual comulgaron los Hermanos y pronunciaron su voto de obediencia perpetua”[1]. Anota Blain “Él mismo fue el primero, en medio de sus Hermanos, que hizo su consagración, con un tono y un aire lleno de unción y de devoción que les hizo derramar lágrimas… Todos los demás Hermanos, a ejemplo suyo, pronunciaron el mismo voto uno tras otro”[2]

Algunos Hermanos ya habían hecho voto de obediencia el 9 de junio de 1686, al final de una Asamblea en Reims, donde trataron diversos asuntos de la Sociedad naciente. Los tres primeros biógrafos lo atestiguan, aunque en algunos datos no coincidan entre sí (Cf.Bernard, p. 74; Maillefer, MC 41 y MR 62; y Blain, I, 236, y II, 360).

Pero en 1694, con motivo de la Asamblea celebrada en París y que se considera el primer Capítulo General de la Sociedad, el compromiso es distinto. El 6 de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, Juan Bautista de La Salle y doce Hermanos hacen tres votos, y además perpetuos. Son los votos de asociación, de estabilidad y de obediencia.

Blain nos dice que este compromiso se preparó con tiempo y de forma personal por cada interesado. Juan Bautista pidió a cada uno de ellos que durante los meses precedentes hicieran un retiro en particular. Esto significa que cuando llegaron a la Asamblea a la que fueron convocados por Juan Bautista ya estaban muy dispuestos para el compromiso.

La Asamblea, celebrada en Vaugirard, comenzó el 30 de mayo, fiesta de Pentecostés, con otro retiro en común. En las reuniones de estos días se estudiaron, discutieron y aprobaron las Reglas, «por unanimidad». Y al final, el domingo de la Santísima Trinidad, juntos emitieron los votos que se habían propuesto.

Cada uno copió su fórmula, citando a los otros doce compañeros de compromiso. Todas las fórmulas se conservan en los Archivos de la Casa Generalicia, encuadernadas junto con otras 23 profesiones perpetuas emitidas posteriormente, entre 1695 y 1705.
Cada uno firmó su fórmula. En la escrita por Juan Bautista se lee perfectamente su firma, «Delasalle».

Blain dice que hicieron esta profesión en secreto, en el lugar más apartado de la casa, lo cual no parece muy lógico, y quizás lo confunda con el Voto heroico, del 21 de noviembre de 1691. En este momento, 1694, no parece que hubiera razón para hacer este compromiso de forma reservada. Sobre todo, teniendo en cuenta que quedaba constancia de las fórmulas y que todos iban a saber quiénes habían emitido los votos.

Los tres votos son de carácter privado, pero obligatorios en conciencia ante Dios. Según se expresará más tarde en la Colección, en el tratadito «A qué obligan los votos», los Hermanos se comprometían a cuatro cosas: a tener las escuelas en asociación con los Hermanos actuales o futuros; a permanecer estables en la Sociedad; a estar dispuestos a vivir de limosna y de sólo pan, si fuere necesario; y a obedecer al Superior y al Cuerpo de la Sociedad.
La fórmula tiene muchos paralelismos con la del Voto heroico de 1691.

Bernardo, quizás por su énfasis de presentar al santo Fundador como modelo para los Hermanos, comenta sencillamente que De La Salle reunió a sus Hermanos sin importarle el número, siendo para Maillefer necesario aclarar que se trataba de los principales Hermanos dispersos en las tres ciudades donde tenían escuelas. Blain y el Hno. Saturnino si se atreven a dar el numero de los Hermanos.

Por los relatos de los biógrafos no podríamos determinar con exactitud el número de Hermanos pero si tenemos en cuenta el Cuaderno de los primeros votos (Breve registro manuscrito de 66 hojas. Documento del Instituto de los Hermanos de Las Escuelas Cristianas) y (la Lista de los Hermanos de Las Escuelas Cristianas. Documento de la Biblioteca Nacional de París), los Hermanos que realizarían votos perpetuos en 1694 junto al Señor De La Salle serían doce.

Para biógrafos como el Hno. Bernardo y Maillefer, el 6 de junio de 1694 Nicolás Vuyart y Gabriel Drolin, realizaron sus primeros votos, pues desconocieron el voto heroico realizado por estos Hermanos junto al Señor De La Salle, el 21 de noviembre de 1691, Fiesta de la presentación de la Santísima Virgen.

En la fiesta de Pentecostés de 1694, doce Hermanos se agruparon junto al Señor De La Salle. La elección de los capitulares, la convocación y la admisión a los votos parece que partieron del Señor De La Salle.

Maillefer, es más confuso y aparece reuniendo a todos los Hermanos (Pág.107). Blain presenta al Santo adoptando una serie de iniciativas: comienza por escribir a los Hermanos más antiguos, llamándolos a un retiro individual y enseguida a un retiro común. (Libro II Pág. 167)

Los nombres de los Hermanos participantes los conocemos por la grandiosa descripción del Hermano Saturnino Gallego, “Nicolás Vuyart, Gabriel Drolin, Juan Partois, Juan Henry, Santiago Compain, Juan Jacquot, Miguel Jacquinot, Gabriel Rasigade, Juan Luis de Marcheville, Edmo Leguillon, Gil Pierre y Claudio Roussel. Se trata, sin lugar a duda, de los directores de Reíms, París, Rethel, Guisa y Laón, del noviciado, así como de algunos «primeros maestros» de las tres escuelas de Reims y de la calle del Bac en París. La cifra de doce se completaría con otros dos, a elección del fundador. El conjunto de Hermanos en aquel momento podría rozar la treintena, amén del grupo de novicios, entre seis y diez. Dirigían ocho escuelas en cinco villas, y trataban de educar cristianamente a algo más del millar de niños”.[3]

La duración de los votos, luego de la reflexión sobre ellos, también constituye un punto de referencia al analizar las biografías del Santo. En Bernardo y Maillefer deciden hacer los votos por un año solamente mientras que Blain y Hno. Satitunino señalan la duración de tres años.

No podría asegurar cuál es la causa por la cual existe la diferencia en la duración de los compromisos hechos en esta Asamblea aunque el motivo sí es claro para los cuatro autores: De La Salle no quiere que los Hermanos se precipiten y obren adquiriendo este celestial compromiso de forma repentina y sin preparación oportuna. Que sea uno o tres años no importaría en este caso, lo que vale la pena ver es la preparación de los Hermanos hacia los votos perpetuos.

[1] MAILLEFER, Dom Francisco Elías. VIDA DEL SEÑOR JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, sacerdote, doctor en teología, antiguo canónigo de la catedral de Reims y fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Colombia-Santafé de Bogotá D. C: Región Latinoamericana Lasallista (RELAL). PÁG.110
[2] BLAIN, Juan Bautista. Vida del Padre Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Libro Segundo. RELAL: Bogotá D. C., 2006. Pág. 167
[3] GALLEGO, Saturnino. San Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (1651-1719). BAC popular: Madrid, 1984. Pp. 107.


SUPERIOR ELECTO 1694




1. COMPARACIÓN LITERARIA
1.1 Hno. Saturnino Gallego
1.2 Francisco Elías Maillefer.
1.3 Hno. José María Valladolid
1.4 Juan Bautista Blain



1. COMPARACIÓN LITERARIA
En el Capítulo General de 1694 se presenta también el deseo de San Juan Bautista De La Salle por elegir un Superior escogido por los Hermanos y que fuera propiamente un Hermano y no un eclesiástico. Los biógrafos nos mencionan que la propuesta de cambio se da porque Juan Bautista no quería ser más Superior General de los Hermanos y quería que otro Hermano de la sociedad ocupara su lugar, pero, la elección recae sobre él.

La votación se hace de la siguiente manera, los Hermanos asistentes al Capítulo hacen su primera votación, pero como no lo dice Maillefer falló a favor de él, afirmando también, junto a Blain, que el fundador tenía miedo de que los Hermanos se hubiesen puesto de acuerdo y lo que hace es proponer una segunda votación y lo dice de nuevo Maillefer recae el resultado de nuevo sobre él, dejando al fundador, en palabras de el Hermano Saturnino “muy sorprendido por esta elección”.

Los biógrafos presentan en este punto los mismos pasos los cuales se llevaron para la elección del superior y las motivaciones expresadas para hacer esta votación, claro está: cada uno nos lo presenta con un lenguaje diferente y con la utilización de frases que cabe decir soy muy propias de cada autor. Hay que rescatar la descripción tan precisa y detallada que realiza Juan Bautista Blain de los sucesos acontecidos en la elección de un nuevo Superior de los Hermanos de 1694.

Otro elemento a destacar es como subrayan los biógrafos que al finalizar las votaciones cuando San Juan Bautista De La Salle es elegido Superior General, él hace redactar y firmar a los Hermanos “un documento haciendo constar que, para veces posteriores, el Superior tendría que ser un Hermano de la Sociedad, y no un sacerdote impuesto desde fuera del Instituto”, tal como lo afirma el Hno. José María Valladolid.

La actitud de humildad digna de admirar e imitar, fue la vivida por el Santo Fundador con los discursos dirigidos a los Hermanos para convencerlos que eligieran otro Superior que no fuera él, y la actitud de los Hermanos, excelentemente descritos por el biógrafo Blain, los cuales afirmaban después del segundo discurso realizado el Santo Fundador: “No ganará nada -se decían a sí mismos- si no es hacerse confirmar en el superiorato por votación unánime. Volver a poner a nuestro Padre en la categoría de sus hijos, y escogerle uno para dirigirlo, sería invertir el orden establecido en la naturaleza y la gracia. Si lo hiciéramos, se volverían a burlar de nosotros y se diría que nuestra sencillez ha sido engañada por su humildad. ¿Nos expondremos de nuevo al reproche que hemos ya padecido de poner la oveja en el puesto del pastor, el Hermano por encima de su Padre, el penitente a dirigir al confesor? Aunque hubiera perdido su carácter sacerdotal, la calidad de Doctor, el título de antiguo Canónigo, títulos que lo ponen por encima de nosotros; y aun cuando estuviera al nivel de todos los Hermanos, ¿cuál de ellos se le asemeja en inteligencia, ciencia, sabiduría, experiencia, virtud y santidad? ¿Es preciso, entonces, aceptar su inclinación dominante por el abajamiento y la obediencia en perjuicio de nuestra Sociedad? ¿Es preciso, entonces, que su humildad se imponga sobre nuestro deber, nuestro reconocimiento y nuestra equidad?”


1.1 Hno. Saturnino Gallego.
[1]

¿Qué faltaba al Instituto para serlo plenamente, aparte del reconocimiento exterior? Para el fundador quedaba un electo clave, y tan importante, que alargo por ello un día más el Capitulo. Efectivamente era hora de que esa sociedad enteramente constituida, eligiera, democráticamente a un superior. De La Salle lo planteo vivamente, pero se adelanto a una posible convergencia de votos en su persona.

Es muy importante asegurar la importancia del Instituto. Al ser Laicos, tal independencia estaba siempre el peligro. Bien claro era que las religiosas seculares dependían siempre de un sacerdote externo.

Era, pues, decisivo que, en la vida del fundador, un Hermano asumiera el cargo de superior general.

Los Hermanos escucharon, rezaron, dialogaron… y votaron. Unánimemente, las papeletas repetían el nombre de Juan Bautista. La sorpresa de este fue mayúscula. Repitió los argumentos, pareció indicarles que podía faltarles en cualquier momento, y pidió nueva votación.

Inútilmente. La urna repitió el resultado. De La Salle se sometió, no sin cierta preocupación. ¡Lo había pensado tanto! era la prudencia más que la humildad la que dictaba sus palabras. Al fin decidieron redactar un acta a continuación de las trece formulas de profesión y formarla todos los presentes. Así dice la declaración:

“nosotros, los abajo firmantes…, reconocemos que hemos elegido por superior al Sr. Juan Bautista De La Salle… Declaramos igualmente que pretendemos que la elección presente al Sr. De La Salle por Superior no tenga en adelante ninguna consecuencia, ya que nuestra intención es que, después de él, y en el futuro para siempre, no sea nadie recibido entre nosotros, ni elegido por Superior, si es sacerdote o si ha recibido las ordenes sagradas; y que no tendremos ni admitiremos siquiera a nadie cono Superior si no se ha asociado y emitido votos como nosotros y los demás que serán asociados a nosotros en adelante. Vaugirard, a 7 de junio de 1694.

No tardara De La Salle en designar algunos cargos generales para descargarse oficialmente de su enorme trabajo. El Hermano Juan Partois será secretario general; el Hermano Carlos Frappet ecónomo general.


1.2 Francisco Elías Maillefer [2]

Agregó, el señor de La Salle, que desde que el número de Hermanos había aumentado considerablemente, tenía la intención de entregar la dirección del Instituto, pues no convenía que él continuara como superior a la cabeza de ellos, ya que no era más que un pobre sacerdote en quien no debían poner toda su confianza, sino en Dios sólo quien en verdad era su padre y protector. Sobre este punto se extendió ampliamente para hacerles comprender que debían elegir a uno de entre ellos para dirigir el Instituto, proporcionándole una gran satisfacción al dejar el cargo.

Los Hermanos quedaron sorprendidos de su propuesta, la cual no esperaban. Le rogaron que dejara para más tarde el asunto con el fin de pensarlo bien. Pero el señor De La Salle, temeroso de que un aplazamiento pudiera darles tiempo para consultar el caso con algunos superiores eclesiásticos y dar así autoridad para rechazar lo propuesto, los obligo a proceder, en el acto, a una nueva elección. Entonces se pusieron en oración y, después de una media hora, les hizo todavía una reflexión para sugerirles que votaran con espíritu de desinterés y con entera libertad; que se despojaran de toda prevención y no obraran sino con la mira puesta en Dios, y para el bien de todos.

Enseguida, se hicieron las oraciones acostumbradas para implorar las luces del Espíritu Santo, y se procedió a la elección con balotas secretas. Despojados los votos, se comprobó que todas las papeletas de los votantes resultaron a favor del señor De La Salle. Este quedo muy sorprendido y, temiendo que tal vez se hubieran puesto de acuerdo, rompió las papeletas y ordeno proceder a una nueva elección.

Se oro de nuevo, y la segunda elección fue idéntica a la primera. La confusión que se apodero de él se transparento en el rostro: cambio varias veces de color y no sabía que camino coger. Los Hermanos, que se dieron cuenta de ello, le dijeron que era visible que tal era la voluntad de Dios y de que ellos estaban resueltos a mantenerse en esta posición; que el bien de este Instituto pedía que siguiera prodigándole sus cuidados, y que cuando ellos estuvieran cimentados, lo dejarían libre de entregar el superiorato a uno de los Hermanos.

Estas últimas palabras lo consolaron y en seguida hizo levantar el acta de elección haciendo insertar en ella que, en el futuro, no podrían elegir sino a un Hermano del Instituto como Superior General. Luego fue a decir la santa misa, en la cual comulgaron todos los Hermanos y, en seguida, pronunciaron el voto perpetuo de obediencia.

1.3 Hno. José María Valladolid [3]

Aprobada la Regla, Juan Bautista abordó el tema del gobierno de la Sociedad. Él era hasta entonces Superior por mandato del arzobispo de Reims, pero una vez que la Sociedad se había dado sus normas, era conveniente elegir el nuevo Superior, que debería ser un Hermano.
Les exhortó a que invocaran las luces del Espíritu Santo y a que dieran el voto a la persona que considerasen más apta para ello. Se procedió a votación secreta, y por unanimidad fue elegido Juan
Bautista de La Salle. El se quedó perplejo y pensó que se habían puesto de acuerdo para no atender su petición. Pero no había sido así. De nuevo les habló y les explicó lo importante que era elegir un
Superior distinto de él; les pidió que la primera votación quedase anulada, y que se procediese a una segunda. Así se hizo. Y otra vez todas las papeletas tenían su nombre. Aunque con repugnancia, tuvo que aceptar. Pero todos determinaron redactar y firmar un documento haciendo constar que, para veces posteriores, el Superior tendría que ser un Hermano de la Sociedad, y no un sacerdote impuesto desde fuera del Instituto. El documento lo redactaron y firmaron al día siguiente de terminar el Capítulo, 7 de junio de 1694, y se conserva junto con las fórmulas de votos de todos los Capitulares.

1.4 Juan Bautista Blain[4]
“Esta asamblea de los doce principales Hermanos unidos y fijados por voto en su vocación, pareció presentar otra vez al humilde Fundador una ocasión favorable para descender del primer puesto. Su humildad, descontenta siempre de verse en él, no abandonó nunca el propósito de hacer subir a un Hermano. Ya había aprovechado de una asamblea semejante para lograr este fin, y había tomado tantas medidas, que había tenido éxito al gusto de la santa pasión de humillarse que lo atormentaba. Esperaba más que nunca tener el mismo éxito en esta segunda asamblea semejante a la primera. Elocuente sobre este asunto, se proponía hacer valer las mismas razones que había ya una vez conseguido los votos de los Hermanos y como seducido su razón. El respeto, la ternura y el apego que le tenían, lo hacían aún más fuerte sobre ellos mismos; esperaba que el temor de resistirle y de causarle molestia los forzara a concederle una vez más el último puesto a pesar de su carácter sacerdotal. Con esta esperanza, los reunió el día siguiente, y no ahorró nada para ganarlos y hacerles aceptar sus puntos de vista. Después de haber abandonado el aire de reserva que les mostraba, tomó uno más familiar, más cariñoso y más insinuante al abrirles el corazón de una manera propia a llevarlos a su objetivo. Les dijo entre otras cosas:
“Puesto que la Providencia los había unido en un cuerpo por medio de los votos perpetuos, era sabio para ellos buscar los medios de hacer esta unión tan fuerte y sólida, que el mundo y el demonio no pudieran alterarla; el primero era poner su confianza en Dios solo, acordándose de que los que se apoyan en el hombre, se apoyan en una caña frágil que, rompiéndose en la mano que la sostiene, la atraviesa, como dice la Escritura…”


“El humilde Superior, sintiendo que los Hermanos no estaban aún dispuestos a satisfacer su amor por la abyección y que tenían dificultad para resolverse a hacer una elección, que él solo creía necesaria y ventajosa, buscó en el fondo de su humildad nuevos recursos de elocuencia y nuevas razones para abatirlos y vencerlos. Para lograrlo, volvió a hacer otro discurso con tanta fuerza y calor que sudaba gruesas gotas. Los Hermanos, muy mortificados por el sufrimiento que le ocasionaba su santa resistencia, no queriendo contradecirlo más, parecieron rendirse ante sus razones, y aceptaron proceder a una nueva elección.”

“Nunca lo creyeron más digno de ser su cabeza que cuando él quiso darles pruebas de que era indigno. Así, todos, sin comunicarse, se confirmaron en la resolución inviolable de mantenerlo en el primer lugar. Terminada la oración, siguió un segundo escrutinio; y este segundo, como el primero, lo designó Superior una vez más por la concurrencia unánime de los votos.
Entonces, los Hermanos, autorizados por señales tan reiteradas y precisas de la voluntad de Dios, se tomaron la libertad de manifestarle que estaba obligado a someterse, y que resistir a su elección sería contradecir la de Dios. Le suplicaron no rehusarse a reconocerlos como sus hijos y de permitirles honrarlo como a su padre. Añadieron que su muerte, por tarde que pudiera llegar, vendría demasiado pronto a ponerlos en libertad de sustituirlo por un Hermano como sucesor, y que la gracia que le pedían era de no hacer este cambio antes del fin de sus días.”


“Al fin, el humilde padre se rindió a los piadosos deseos de sus hijos. Levantando los ojos y las manos al cielo, después de haberse sometido a una voluntad de Dios tan declarada, volvió a entrar en su primera tranquilidad. No obstante, el prudente Superior que no quería que su elección pudiera tener consecuencias antes o después de su muerte para dar a un sacerdote el atributo de Superior de los Hermanos, no quiso consentir sino a condición de que los doce firmaran todos el acta de su elección y que añadieran a esta acta una exclusión formal de todo sacerdote, o de toda persona con órdenes sagradas, para gobernar a los Hermanos. Con gusto se le contentó en este punto para tener el de verlo continuar sin repugnancia en su cargo de Superior.”



[1] GALLEGO, Saturnino. San Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (1651-1719). BAC popular: Madrid, 1984. Pp. 268.
[2] MAILLEFER, Dom Francisco Elías. VIDA DEL SEÑOR JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, sacerdote, doctor en teología, antiguo canónigo de la catedral de Reims y fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Colombia-Santafé de Bogotá D. C: Región Latinoamericana Lasallista (RELAL). PÁG.108-109
[3] VALLADOLID, José María. La Salle, un Santo y su obra. Ediciones San Pio X. Madrid. Pág. 76.
[4] BLAIN, Juan Bautista. Vida del Padre Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Libro Segundo. RELAL: Bogotá D. C., 2006. Pág. 168-172.

PERSONALIDAD JURÍDICA DEL INSTITUTO DE LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS




1. COMPARACIÓN LITERARIA
1.1 Hno. Saturnino Gallego
1.2 Hno. Luke Salm
1.3 Juan Bautista Blain
1.4 Francisco Elías Maillefer.

1. COMPARACIÓN LITERARIA

En los relatos de los biógrafos de San Juan Bautista De La Salle podemos encontrar que sobre el asunto de la personalidad jurídica del Instituto, el Señor De La Salle estaba dispuesto a abandonarse a lo que otorgara y dispusiera la Divina Providencia, aferrándose a la idea que le había escuchado a su Director espiritual, como no lo relata el Hno. Saturnino «Dios dará los cimientos verdadero a la comunidad», y por otro lado encontramos a los Hermanos que si la buscaban pues ellos afirmaban como podemos encontrar en el relato de Maillefer, que el Instituto solo iba encontrar solidez en cuanto estuvieran sostenidos por la autoridad eclesiástica y civil.

En los relatos de los biógrafos podemos encontrar que el Hno. Saturnino junto a Maillefer relatan explícitamente que como idea del Primer Capítulo General los Hermanos exponen la idea a San Juan Bautista De La Salle de obtener la personalidad jurídica del Instituto, mientras que Blain y el Hno. Luke Salm encuentran que el proyecto del Señor De La Salle de enviar dos Hermanos a Roma en 1702 para regentar escuelas, era una posible consecuencia de lo propuesto en el Capitulo General de 1694.
La idea de enviar dos Hermanos a Roma, como lo relata el Hno. Luke Salm y Blain, era por el gran afecto que poseía el Señor De La Salle por la autoridad papal.
Se puede creer que tal idea era consecuencia del Capítulo de 1694 porque como lo hace ver Blain con su relato, muestra la situación de pobreza en que habían vivido los Hermanos, lo que había llevado a San Juan Bautista De La Salle a posponer su proyecto de enviar Hermanos a Roma hasta 1702 para regentar escuelas y que las escuelas cristinas fueran vistas por el Papa para obtención de la bendición apostólica al Instituto.

1.1 Hno. Saturnino Gallego.
El Hermano Saturnino muestra que en la asamblea de los Hermanos de 1694, los doce Hermanos que realizan votos proponen a San Juan Bautista de La Salle la obtención de documentos oficiales que dieran fe del nacimiento jurídico del Instituto, pero este guardando la idea de su director espiritual el P. Barré, el cual afirmaba «Dios dará los cimientos verdadero a la comunidad», y se aferraba que cuando el Papa observará que las escuelas cristianas eran necesarias, los documentos llegarían, con lo cual se relata que desde ese momento surgió la idea de las escuelas cristianas en Roma, pero la cual no se ejecutó en ese momento.

“También el grupo de los doce tuvo sus iniciativas. Y fue la primera pensar en la obtención de documentos oficiales que dieran fe del nacimiento jurídico del Instituto. Se habló del obispo de Chartres, el amigo de casa Godet des Marais, y de su ofrecimiento para apoyar cualquier trámite de documentación oficial, lo mismo en Versalles que en Roma. Se habló de Bula pontificia, de Real
Patente...”
“Por eso el fundador expuso su plan: lo nuestro es trabajar, darnos a conocer por el desprendimiento de nuestra entrega; cuando se vea que las escuelas cristianas son necesarias, los documentos llegarán; por ahora no son indispensables. Quizá fue en ese momento cuando afloró a su mente la idea de enviar dos Hermanos a Roma para abrir allí una escuela cristiana. Sería el modo de que el Papa tuviera noticia clara de la creación lasaliana. Quizá hasta la expresó. Pero no se ejecutó.” [1]

1.2 Hno. Luke Salm
En 1702, según el Hermano Luke Salm San Juan Bautista De La Salle decide establecer una escuela cristiana en Roma gracias al afecto que tenía el Santo Fundador por la autoridad papal. Esta idea muy seguramente era una de las consecuencias de la asamblea de 1694, aunque el Hermano Luke Salm no lo relate explícitamente.

“A medida que se extendía por Francia la red de las Escuelas Cristianas, De La Salle comenzó a pensar seriamente en establecer un punto de apoyo en la Ciudad Eterna. Desde sus días de seminario, siempre había él tenido una alta estimación de la autoridad papal, al contrario de las tendencias anglicanas de algunos profesores y de la mayoría del alto clero de Francia. Una fundación en Roma sería símbolo de la adhesión del Instituto a la Sede Apostólica fundada en la roca de Pedro y de sus sucesores. Al mismo tiempo, podría más adelante allanar el camino para la aprobación por parte del Papa…”[2]

1.3 Juan Bautista Blain
Juan Bautista Blain relata que San Juan Bautista De La Salle en 1702 decide ejecutar el proyecto de enviar a Roma a dos Hermanos con varios objetivos entre ellos obtener la bendición apostólica sobre el Instituto. Los sentimientos sobre este proyecto, afirma Blain, los ha suscitado y habían sido explicados por el Santo Fundador a sus discípulos en 1694. Este biógrafo nombra otro punto muy significativo en la vida del Señor De La Salle, su abandono a la Providencia y a la pobreza en que vivía pues por esta razón no había podido enviar Hermanos a Roma.

“…En el mismo año de 1702, La Salle ejecutó un proyecto que Dios le había inspirado hacía mucho tiempo: enviar a Roma dos de sus discípulos para establecerse allí. El deseo de llevar su Instituto a la capital de la catolicidad, y extenderlo un día en su favor, en todas las partes de la Iglesia, no fue el objeto principal de este propósito; tal vez, incluso, su humildad le prohibía miras tan altas. Los verdaderos motivos eran: 1. Plantar el árbol de su Sociedad y hacerle coger raíces en el centro de la unidad, a la sombra, bajo la mirada y los auspicios de la Santa Sede. 2. Fundarla sobre la piedra sólida, sobre esa piedra contra la cual las puertas del infierno no pueden prevalecer, y adherirlo a esta Iglesia que no puede perecer ni errar. 3. Abrirse un camino para ir a los pies del Vicario de Jesucristo a pedirle la aprobación de sus reglas y constituciones y la gracia, para sus Hermanos, de hacer los tres votos solemnes de religión. 4. Obtener la bendición apostólica sobre su Instituto, apoyarlo con la autoridad del Jefe de la Iglesia, y tomar su misión de enseñar la doctrina cristiana bajo el beneplácito y el acuerdo de los obispos. En fin, el piadoso Fundador quería enviar a la ciudad principal, origen de la comunión católica, algunos de sus discípulos, para ser allí los garantes de su fe, de su unión inviolable a la S. Sede, de la sumisión a sus decisiones, en un tiempo en que tanta gente en Francia parece no hacerle ningún caso.
Estos son los sentimientos que ha inspirado siempre a sus discípulos, en los cuales los ha formado con cuidado, y les ha explicado desde el año 1694, cuando hicieron el voto perpetuo de obediencia. Desde entonces, resolvió que precisaba trabajar en obtener la aprobación de la S. Sede. Es lo que señala en el primer artículo de su testamento.
Si hasta el presente el piadoso Fundador no había podido enviar discípulos suyos a Roma, la pobreza había sido el único impedimento. Hasta este tiempo había vivido con la esperanza de que la divina Providencia le procuraría los medios de cubrir los gastos de tan largo viaje, o brindaría a los Hermanos que deseaba enviar una ocasión favorable de hacerlo a costa de alguna persona caritativa…”[3]

1.4 Francisco Elías Maillefer.
Dom Francisco Elías Maillefer nos relata que en la honorable visita que realizó el rey de Inglaterra y el Cardenal de Noailles a los Hermanos, San Juan Bautista De La Salle no tenía ninguna intención de aprovechar la visita opuesto a la visión de los Hermanos, los cuales querían alguna mediación entre los visitantes y el Papa para obtener las Bulas que los pusiesen a cubierto de las renovadas tentativas de sus enemigos [ara destruir la obre. El biógrafo afirma que los Hermanos ya habían intentado conseguir la Bula de aprobación del Instituto en 1694, pero el Santo Fundador afirmaba que la Providencia iba señalar el momento indicado para recibirla, pero tal fue la insistencia de los Hermanos pues ellos afirmaban que los establecimientos que fundaban sólo tendrían solidez en cuanto estuvieran sostenidos por la autoridad eclesiástica y civil que en 1702, el Señor De La Salle decide enviar dos Hermanos a Roma para conseguir que el Papa observara la labor y la necesidad en la población de las escuelas cristianas que regentaban los Hermanos.

“En cambio, con miras más amplias, los Hermanos no fueron tan reservados e imploraron de su Majestad su mediación ante el Papa para obtener las Bulas que los pusiesen a cubierto de las renovadas tentativas de sus enemigos para destruir la obra.
Ya lo habían intentado desde 1694 bajo el pontificado de Inocencio XII, y lo habían propuesto al señor de La Salle, quien les había respondido que se inquietaban demasiado, que era necesario esperar lo momentos señalados por la Providencia y estar atentos a ellos. Respuesta que no fue muy de su agrado, persuadidos como estaban que los establecimientos que fundaran sólo tendrían solidez en cuanto estuvieran sostenidos por la autoridad eclesiástica y civil.
En fin, con tal viveza lo presionaron que hubo de ceder a sus instancias. Envió a Roma a dos hermanos a quienes hizo entregar cien francos para el viaje, pues por la penuria de la casa no era posible ofrecerles más. Llegaron a la ciudad eterna en circunstancias poco favorables. El Papa Inocencio XII había muerto, y a pesar del crédito y las recomendaciones que llevaban, nada favorable obtuvieron. Viendo el fracaso de este primer intento, resolvieron regresar, uno de ellos volvió en busca del señor de La Salle, pero el otro porfió en permanecer en Roma decidido a aprovechar cualquier momento oportuno. Durante su permanencia en Roma obtuvo autorización para fundar un plantel totalmente independiente del de Francia, el cual dirigió durante veintiséis años; olvidó por completo la comisión que se le había confiado de solicitar las Bulas de aprobación del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, las que no fueron concedidas sino en 1725, muerto ya el señor de La Salle.”[4]



[1] GALLEGO, Saturnino. San Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (1651-1719). BAC popular: Madrid, 1984. Pág. 110-111.
[2] SALM, luke.FSC. Señor, Es Tu Obra. RELAL Madrid, 2004. Pág. 122-123.
[3] BLAIN, Juan Bautista. Vida del Padre Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Libro Segundo. RELAL: Bogotá D. C., 2006. Pág. 229.
[4] MAILLEFER, Dom Francisco Elías. VIDA DEL SEÑOR JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, sacerdote, doctor en teología, antiguo canónigo de la catedral de Reims y fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Colombia-Santafé de Bogotá D. C: Región Latinoamericana Lasallista (RELAL). PÁG.129-130.

ENFERMEDAD DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE




1. COMPARACIÓN LITERARIA
1.1 Hno. Luke Salm
1.2 Hno. José María Valladolid
1.3 Juan Bautista Blain
1.4 Francisco Elías Maillefer.

1. COMPARACIÓN LITERARIA
Tal como no lo relatan los biógrafos de San Juan Bautista De La Salle, al Santo lo acogía el reumatismo articular agudo, y por el cual padeció de varios remedios adaptados al momento cronológico en que vivía como lo fue la parrilla ardiente, tal como a San Lorenzo.
Los biógrafos resaltan las dificultades padecidas y algunas causas por las cuales San Juan Bautista De La Salle contrae el reumatismo agudo que lo lleva a padecer varios dolores, entre ellos están el viaje realizado desde Reims a París a pie como lo anuncia el Hno. José María Valladolid, o las austeridades vividas como lo relata el Hno. Luke Salm o dormir en el piso como lo afirma Maillefer. También son muy descriptivos en relatar cómo era la parrilla por donde paso el Santo Fundador y de que estaba compuesta, como remedio utilizado para que no se produjera la muerte del Santo.
Considero que algo por rescatar de la biografía del Canónigo Blain, es resaltar la caridad de San Juan Bautista de La Salle que como lo afirma daba fuerza al Santo y por la cual hacia que levitara para sufrir el rigor del más cruel de los suplicios, gracias a tal virtud. Los otros biógrafos hacen énfasis en como el Santo sufría esta incomodidad sin quejarse, y cuando el dolor lo aquejaba más, repetía a menudo "Bendito sea Dios".
Los Hermanos José María Valladolid y Luke Salm como dato curioso proporcionan el nombre del doctor que atendía al Santo, el cual era Helvétius o Helvecio y quien fue el que facilito la idea del remedio doloroso practicado al Santo.
Finalmente se hace acento que el remedio doloroso de la parrilla ardiente no fue practicado al Santo una sola vez, sino varias veces durante el año como lo afirma el Hermano Luke Salm.

1.1 Hno. Luke Salm

“Inevitablemente, las austeridades pasaron la cuenta a De La Salle. Esta vez fue un severo ataque de reumatismo causado por el acostarse sobre el piso empedrado de la vieja casa llena de corrientes de aire, por no decir nada de la mala alimentación adecuada, combinada con las otras penitencias que infligía a su pobre cuerpo. Trató de no hacer caso del intenso dolor tanto como pudo, pero finalmente llegó al punto en que el hombre no pudo moverse más: a tal grado había llegado su cuerpo a ponerse reumático. Obligado a buscar algún alivio para continuar su trabajo, De La Salle estuvo de acuerdo en permitir a los Hermanos para que llamaran de nuevo al Dr. Helvétius. El remedio propuesto fue extremadamente doloroso. El paciente fue acostado en una parrilla de madera, que tenía debajo braseros de hierro con carbón se echaron hojas de enebro y otras hierbas para que el humo penetrara los poros del cuerpo y sacará la inflamación. Mientras un lado del cuerpo desnudo estaba expuesto a los carbones ardientes, el otro estaba cubierto con frazadas para concentrar el calor. La pieza estaba sofocante y llena de humo. Cuando el Hermano que ayudaba trataba de ajustar los listones de madera los encontraba calientes que no podía mantener sus manos en ellos. De La Salle sufrió heroicamente toda esta tortura sin quejarse. Aunque el procedimiento resultó efectivo, tendría que sufrirlo de nuevo en años posteriores…”[1]

1.2 Hno. José María Valladolid

“El viaje desde Reims a París, a pie y sin estar del todo curado de su reciente enfermedad, afectaron de nuevo su salud. Y a los pocos días de llegar a París cayó otra vez enfermo, pero ahora gravemente. A lo largo del mes de febrero empeoró, y los Hermanos acudieron a varias amistades para encontrar un médico que curase a su padre. Alguien intervino en las altas esferas, porque nada menos que el famoso doctor Helvecio, holandés residente en París y médico de la corte, se prestó a atenderlo. El doctor verificó que su estado era realmente muy grave y que estaba en peligro de muerte. Sin embargo quiso aplicarle un remedio sumamente fuerte para tratar de sanarle. Se lo dijo claramente: si el remedio no surtía efecto, no tenía salvación. Debía, pues, disponerse para la muerte. Juan Bautista pidió los últimos sacramentos. El párroco de San Sulpicio le administró la unción de los enfermos y luego el viático, que Juan Bautista recibió de rodillas y revestido de sobrepelliz. Después se despidió de los Hermanos, recomendándoles mucha unión y fidelidad a sus deberes. Y se puso en manos del doctor. Afortunadamente, la reacción de la medicina fue positiva y a los pocos días comenzó la convalecencia…”[2]

1.3 Juan Bautista Blain.
“…Durante un año casi entero, en penitencia y oración, pasaba el otro tiempo acostado sobre el yeso, por lo cual contrajo un reumatismo que le dio en lo sucesivo un gran alimento a su paciencia. En efecto, después de haber sido suficiente tiempo víctima de los más agudos dolores, se vio muchas veces baldado del brazo, de las piernas y de todo el cuerpo. Una cosa admirable era que el mal se suavizaba el domingo, lo retiraba de la impotencia absoluta de celebrar la santa Misa, a la que lo había reducido toda la semana. Ese día, se hacía llevar a la capilla, y se arrastraba como podía con la ayuda de los Hermanos que le sostenían del brazo para ir a celebrar. Cada paso le costaba sufrimientos tan grandes como si hubiera andado descalzo por un camino sembrado de espinas; pero la alegría de ir a celebrar la santa Misa los suavizaba. Una vez subido al altar, un doblamiento de fervor y de gracia lo sostenía, y elevado por encima de su debilidad, olvidaba sus males para sólo acordarse del sacrificio que ofrecía. Enseguida, consolado de haber inmolado la divina Víctima y de haberse alimentado de ella, regresaba contento a su lecho de dolor. Sin embargo, para un mal que, al santificarlo lo hubiera vuelto inútil a su comunidad si hubiera prosperado, buscó un remedio -y no sé cuál fue el doctor que se lo enseñó- que sólo podía ser del gusto de un santo. Este remedio es del número de aquellos que nadie quiere probar en sí mismo, y que no se querría aconsejar sino a un enemigo. Y La Salle no creía tener mayor enemigo que su cuerpo; de modo que no hay que admirarse si aprovechó esta oportunidad de añadir este nuevo tormento a tantos otros que le hacía sufrir.
He aquí cómo se aplicó este remedio. Cuando se hubo extendido al enfermo sobre sillas ajustadas en forma de parrilla de madera, se pusieron debajo dos grandes sartenes de hierro llenas de carbón ardiente, sobre el cual se echaba enebro; el humo cálido y ardiente se introducía por los poros y debía producir la transpiración de las serosidades que causaban el reumatismo, o su consumación fortificando los nervios y las otras partes del cuerpo. Además, mientras el paciente descubierto por un lado, recibía un calor quemante, estaba cubierto por el otro con una frazada y un colchón que concentraban en sus miembros todos los efectos del fuego. Así, en este nuevo género de tormento, una parte del cuerpo no tenía que quejarse de la otra ni envidiarle su suerte: el varón de Dios estaba completamente en el sufrimiento, y ninguno de sus miembros podía escapar al dolor. El pequeño cuarto donde se practicaba este remedio, calentado por el fuego, no tardó en convertirse en una estufa, y una estufa tan llena de humo que se tenía dificultad para respirar. El Hermano que atendía al enfermo, tenía cuidado de no quejarse teniendo ante sus ojos un espectáculo de paciencia que lo conmovía demasiado, para pensar en su sufrimiento. Al mirar a La Salle extendido sobre una especie de parrilla ardiente, se representaba a san Lorenzo sobre la suya que ardía a fuego lento, y juzgaba por la grandeza del santo sacerdote, cuánta fuerza le había dado la caridad al santo levita para sufrir el rigor del más cruel de los suplicios. La curiosidad que tuvo el Hermano de ver si las sillas sobre las cuales estaba extendido el enfermo, no se estaban quemando, le hicieron saber lo que sufría, porque las sintió tan calientes que no pudo mantener allí la mano ni aguantar el calor. El único alivio que el piadoso paciente se permitía durante una operación tan cruel, era suspirar y repetir con tranquilidad e incesantemente estas palabras: ¡Dios mío!, y con más frecuencia las que tenía siempre en sus labios: ¡Bendito sea Dios!
Por otra parte, no se vio libre de este suplicio la primera vez. Siendo el reumatismo una dolencia crónica que reaparece a menudo y que en ciertos tiempos del año se torna más doloroso, era necesario repetir con frecuencia este remedio violento, y volver a acostar sobre su parrilla de madera, al mártir de la penitencia. Sin embargo, este estado de sufrimiento no le impedía estar pendiente del noviciado todos los días, y velar por que se guardara la regularidad en todas las comunidades de los Hermanos. Ni siquiera esperaba a estar completamente curado para ir a visitar los lugares que necesitaban su presencia. Porque no se preocupaba nada de la salud en todo lo que atañe al servicio de Dios, para él era un gusto sacrificarla en su gloria”.[3]

1.4 Francisco Elías Maillefer.
“No tenía más cama en su pieza que el mero suelo. A menudo se acostaba casi desnudo, con su mera camisa de dormir, sobre un cilicio, y en los viajes se acostaba vestido sobre el duro suelo. Estos excesos de penitencia le causaron a menudo resfriados y reumatismos muy dolorosos que lo aquejaron a su regreso de Chartres. Los remedios que le daban para curarlo lo hacían padecer más que la misma enfermedad. Se le acostaba sobre una parrilla de madera, bajo la cual quemaban algunas hierbas que difundían un humo infecto. Sufría esta incomodidad sin quejarse, y cuando el dolor lo aquejaba más, repetía a menudo estas palabras que le eran tan familiares: "Bendito sea Dios". Los que estaban a su alrededor notaron que nunca tuvo en sus dolores un movimiento de impaciencia o de mal humor durante todo el tiempo que duró este tratamiento, que era necesario repetir varias veces en el año, a falta de otros remedios más rápidos y eficaces para curarlo”[4]



[1] SALM, luke.FSC. Señor, Es Tu Obra. RELAL Madrid, 2004. Pág. 104.
[2] VALLADOLID, José María. La Salle, un Santo y su obra. Ediciones San Pio X. Madrid. Pág. 78.
[3] BLAIN, Juan Bautista. Vida del Padre Juan Bautista De La Salle, Fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Libro Segundo. RELAL: Bogotá D. C., 2006. Pág. 152-153.
[4] MAILLEFER, Dom Francisco Elías. VIDA DEL SEÑOR JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, sacerdote, doctor en teología, antiguo canónigo de la catedral de Reims y fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Colombia-Santafé de Bogotá D. C: Región Latinoamericana Lasallista (RELAL). PÁG.114.